Cuentos populares.






Los cuentos populares siempre han sido una herramienta muy creativa para educar a la sociedad, mediante sus moralejas hemos construido nuestra vida moral, la cual nos ha ayudado a conformar nuestro carácter e incluso a adoptar diversos modos de proceder según en la situación en la que nos encontremos, entendiendo por carácter las condiciones -cultura e influencias- que nos han ayudado a sobrevivir y prosperar. Dichas historias han sido transmitidas de manera oral de padres a hijos, el empleo de esta técnica oral ha permitido que el cuento evolucionase conforme al punto geográfico de transmisión, esto nos indica que dependiendo de dónde nos localicemos el cuento tendrá versiones diferentes. Si tomamos como referencia el cuento de Caperucita Roja encontramos que hay diversas teorías acerca del origen de este famoso cuento. Unas cuentan que su origen se localiza en Asia y a medida que se expandía hacia occidente se dividió en dos historias distintas: <<Los siete cabritillos>> y <<Caperucita Roja>>. Sin embargo, también se dice que sus orígenes son más bien antiguos y que corresponden con un poema belga. La versión de Charles Perrault es mucho más estrambótica que la de los hermanos Grimm, donde el lobo feroz persuadía a Caperucita para consumir carne fresca y sangre procedentes de su abuelita, y después de esto terminaba por devorar a la pequeña y dulce Caperucita. Si a esto le sumamos la diversidad de culturas encontraremos que, en países como Marruecos, la protagonista de la historia nunca podría ser una mujer puesto que, las niñas nunca vagan solas por las calles o bosques. La finalidad de toda esta palabrería donde se abusa de la metáfora se concentra en una enseñanza que se establece como una ley universal: la vulnerabilidad del ser humano reside en que confía en aquello que conoce, sus percepciones sensibles le hacen caer en la trampa de tomar todo aquello que experimenta en los sentidos como verdadero, podríamos decir que una imagen vale más que mil palabras. Además, podríamos destacar los símbolos que nos deja el cuento, un claro símbolo es el uso de la capa roja que simboliza la menstruación de la mujer, ese paso de niña a mujer, que nos convierte en fértiles y, por tanto, en un claro indicador de relaciones pasionales que, en definitiva, nos transforma en seres altamente apetecibles para los hombres. Este producto sexual lo experimentamos en nuestras conversaciones familiares, infinidad de veces nuestras madres y nuestros padres nos dicen alertados que no andemos solas a altas horas de la noche por las calles porque es peligroso es, entonces, un claro indicador de que éste cuento popular se impone como condicionante de nuestra educación -la mujer como vulnerable- y de nuestros temores. Puede ser cierto que sea peligroso que las mujeres andemos solas por las calles, pero en vez de educarnos a sentir miedo por una violación deberían educarnos a saber cómo enfrentar esa situación y apuntarnos a unas clasecitas de defensa personal para saber cómo defendernos, porque igual que nos pueden violar también nos pueden robar y en ambos casos deberíamos saber cómo responder al estímulo del miedo para impedir salir mal paradas de esas circunstancias. Este cuento nos permite extraer dos conclusiones: la primera, simplemente nos explica la verdadera fuente de conocimiento mientras que, la segunda, nos deja un sabor amargo al plasmar que el hombre es un ser superior a la mujer tanto de una manera psicológica porque el lobo consigue convencer a la pequeña niña para comerse a su abuela, como de una manera física en el aspecto de la violación. Si nos centramos en la versión de los hermanos Grimm, dicha moraleja no se aleja de las dos citadas debido a que aparece la figura de un hombre fuerte y robusto bajo el personaje del leñador que salva a Caperucita de las malas intenciones del lobo.
No solo los cuentos de antaño nos dejan este conocimiento, también lo hacen toda una ristra de cuentos modernos que fomentan un avance mínimo de la sociedad puesto que no modifican sus patrones de conducta ni sus cánones de belleza, Disney es un claro ejemplo, mi mayor maestro de la infancia me enseñó grandes valores éticos pero nunca me permitió ver que las princesas también pueden ser gordas, lesbianas, fuertes, que no tienen por qué llevar vestidos y joyas, ni tienen que dedicarse a limpiar. Disney no es un referente para marcar la diferencia entre una época y otra, es un claro referente de un estupendo y magnifico rebaño de ovejas donde si es preciso dejarse persuadir por el lobo feroz, esta tarea se realizará con la mayor perfección posible. Una herramienta de control social realmente inteligente. Mi ingenua cabeza me pregunta todos los días cómo es posible que la inteligencia del hombre no lleve a un progreso verdadero, pues no encuentro mayor estupidez que hacer esclava a la inteligencia de aquello que todos quieren que creas, lo que demuestra que la opinión popular puede cometer grandes catástrofes cuando se encuentra presa toda luz de la razón.

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