Kant y el sexo.




Según Kant toda relación sexual que se celebre fuera del matrimonio es un acto despreciable porque degrada la humanidad de las personas, el motivo por el cual degrada esta dignidad es porque convierte a las personas en un medio para satisfacer sus deseos e inclinaciones, dejamos entonces de gobernarnos a nosotros mismos, dejamos de seguir las leyes que nos imponemos a nosotros mismos para seguir leyes que nos vienen impuestas desde fuera. Imaginemos un ejemplo: nos encontramos en una heladería y no sabemos si escoger entre el helado de fresa, vainilla o chocolate. Para Kant, elegiremos el sabor del helado en función de la demanda de nuestros deseos, seguiremos unas leyes impuestas desde fuera, el sabor del helado será un medio para conseguir un fin deseado, pero no un fin en sí mismo. En el caso de las relaciones sexuales informales ocurre lo mismo, si mantenemos relaciones sexuales impersonales las realizaremos para calmar nuestro deseo sexual, utilizaremos a la mujer o al hombre como un medio. En ese momento no es objeto de preocupación que la persona sea un ser humano, se hace de la humanidad un instrumento para satisfacer la lujuria.
Esta perspectiva contrasta con la idea libertaria de que somos dueños de nosotros mismos y, que, por ello, podemos acostarnos con quien nos plazca y apetezca. Aunque, tratemos a las personas como medios lo importante es que nos convertimos en medios consentidos y eso nos hace libres y dueños de nosotros mismos. Para Kant, esto constituye un error porque esta idea de la sexualidad moral se aleja de su idea de imperativo categórico y libertad autómata. Si a nuestro filosofo le parece degradable esta idea, también se la parece la idea de la prostitución pues piensa que los seres humanos no tienen derecho a ofrecerse a sí mismos por un beneficio económico, la persona no puede venderse como un instrumento para el disfrute de otros.

La conclusión kantiana se fundamenta en que dos personas solamente pueden librarse de esta especie de pecado-convertir a las personas en objetos- cuando se encuentran unidas en matrimonio, porque se dan la una a la otra integridad. La libertad kantiana se centra en un deber obrar que huye de la necesidad de acción conforme a un interés determinado. No se puede basar la ley moral en un interés porque entonces seria relativa a la persona y, por tanto, a los fines. Debemos obrar articulando una ley universal, actuar queriendo que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal -aplicable categóricamente o incondicionalmente- construida por seres racionales. Este obrar articulando una ley universal no se corresponde con el famoso “pórtate con los demás como quieras que ellos se porten contigo”. Esta regla de oro depende de hechos contingentes, es decir, de los interés o preferencias de las personas, Kant huye completamente de esa concepción porque entonces nosotros nos convertiríamos en un medio para conseguir la felicidad de los demás.

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